La anomia de los países

Los sistemas gubernamentales, las instituciones y la misma sociedad han creado un estado de desorganización social tan notable, que hoy no es tan fácil controlar ni poder informar de la manera más asertiva a aquellas civilizaciones que llevan una rápida vida, y que nos lleva a querer desechar todo argumento.

 

Bauman en su mayoría de textos remarca a la sociedad utópica y con ella la fe de una humanidad con abundancia y de muchas características positivas que pareciera mejor que los cuentos de Walt Disney. Hay que considerar que al hablar mucho de la guerra de civilizaciones que, con pasados, presentes y futuros, lo llevan a las expectativas y dejar por entendido que la mirada utópica se vuelve un análisis retróstopico de una globalización muy deshumanizada.

 

Dejando una pequeña reseña teórica, hay que poner en claro que nuestro presente no es muy alentador y el futuro a corto plazo figura un oscuro porvenir. Las circunstancias están poniendo en entredicho las acciones de los diferentes niveles jerárquicos que la sociedad tiene, y este es el lastre que al parecer crearon el desorden que hoy no ha sido para nada fácil de controlar.

 

Las mismas normas sociales se han vuelto incongruentes y esto generó que la sociedad se aislara de toda aquella información que quizá por desconfianza, no les ayude a saber a cómo podemos colaborar en grupo para este tipo de situaciones, y no irse al extremo del comportamiento destructivo. Todo esto porque nuestra sociedad está careciendo de aquellos personajes de estilo mesiánico que den respuesta a manera de un chasquido de dedos.

 

En algún punto de nuestras acciones queda claro que siempre el ser humano se ha lastimado entre sí; alguna vez en Suiza me decían que en teoría era un país neutral para los conflictos entre naciones, sin embargo, cuando tienes la oportunidad de estar ahí y ver huelgas o reclamos a la ONU por los conflictos de interés, te das cuenta de que algo no está bien. Todo esto era, porque Suiza es uno de los países con el número más alto de registro de patentes y una de ellas era sobre tornillos específicos para armamento militar y nuclear. De forma significativa, lo curioso es que se permita el uso de estas pequeñas piezas que ensamblan algo mucho más grande y poderoso.

 

A todo esto, mis estimados lectores estamos en una anomia muy extrema, pero eso no significa que no tengamos el libre albedrío de informarnos y no solo por egocentrismo o debates en las numerosas reuniones de videoconferencias que estamos viviendo actualmente, sino para que en nuestro actuar evitemos dañar al prójimo con nuestras decisiones y con inquisiciones, sin ningún sustento alguno.