Siempre es interesante ver como las narrativas políticas, usualmente vinculadas a agendas e intereses concretos, cambian radicalmente dependiendo del contexto y de hacía donde se mueva la opinión publica.
No hay que sumergirse muy a fondo en la hemeroteca para ver cuál era la narrativa europea sobre Polonia y Hungría. Es más, basta buscar algunas notas de apenas un par de semanas atrás, para ver como hasta hace muy poco, la cúpula de poder europeo asumía que ambos países violentaban el estado de derecho, no respetaban la separación de poderes y violaban derechos fundamentales.
Esto se sumaba a las críticas que se habían hecho a Polonia por el aseguramiento de sus fronteras con Bielorrusia, calificándolas, dentro del parlamente europeo y en los medios de comunicación aliados, de xenófobas.
La escalada llegó a tal punto, que el parlamento europeo había decidió condicionar los beneficios del fondo de recuperación europea a Hungría y Polonia, decisión que fue ratificada por un tribunal europeo. Es decir, que ambos países no podrían acceder a los fondos hasta que “garantizaran” el cumplimiento del estado de derecho en sus países. En otras palabras, les obligaban a adoptar los lineamientos impuestos por Bruselas.
Pero el ataque político sistemático contra Hungría y Polonia, y contra sus líderes, el presiente Viktor Órban y el primer ministro Mateusz Jakub, era secundado por los grandes medios de comunicación con fuertes y muchas veces exageradas críticas.
Si bien es posible debatir sobre si en estos países se habían producido amenazas, o no, al estado de derecho, lo cierto es que las críticas por parte del parlamento europeo y los medios de comunicación parecían ser focalizadas a que estos gobiernos son gobiernos de derechas. La rigurosidad de muchos medios parece perderse cuando los protagonistas son políticos o gobiernos progresistas, o de izquierda.
Volviendo al tema principal, cuando los tanques y aviones rusos entraron a territorio ucraniano comenzando una escalada bélica, cientos de miles de personas, huyendo trágicamente de la guerra, buscaron refugio en sus países vecinos.
Uno pensaría que Polonia y Hungría, basados en el retrato hecho por Bruselas y los medios de comunicación, cerrarían las fronteras, pondría condiciones para recibir refugiados y utilizaría argumentos xenófobos para impedir que ucranianos entraran a su país.
Sin embargo, en una gran muestra de solidaridad, Polonia ha acogido a cerca de1.300,000 refugiados y Hungría ha acogido a poco más de 200,000. Esos terribles países xenófobos a los cuales Bruselas se negaba a dar recursos, hoy son el refugio de cientos de miles de personas que buscaban un escape a los horrores de la guerra.
Los medios de comunicación ahora hablan de la actitud “ejemplar” de ambos países. Nadie en la unión europea parece preocupada porque un millón y medio de personas lleguen a países donde, según sus declaraciones de hace dos semanas, se violaban derechos humanos y se ponía en riesgo el estado de derecho.
Creo que es importante hacernos algunas preguntas. Si Polonia y Hungría violaban sistemáticamente derechos humanos y el estado de derecho ¿Es moralmente aceptable dejar que reciban a tantas personas? ¿Algo cambió en estos dos países en tan solo dos semanas? ¿Polonia y Hungría alguna vez fueron realmente esos terribles lugares que dibujaron el parlamente europeo y los medios? ¿O eso no importa cuando hay una situación bélica potencialmente peligrosa para toda la Unión en curso?
Debemos esperar para ver cuál será la actitud de Bruselas frente a estos países bajo el nuevo contexto bélico en el que vivimos. Pero lo que es verdad, es que la narrativa que había impuesto la cúpula europea sobre Polonia y Hungría parece derrumbarse frente a la realidad.
Por. Froylan Castro, Politólogo especialista en Comunicación Digital
Más historias
Libera Venezuela a 40 adolescentes detenidos durante protestas por resultado electoral
Brasil suspende la red social X por desacato judicial
Nayib Bukele confirma que no buscará un tercer mandato presidencial