Desde un remoto pueblo indígena zapoteco, enclavado en las montañas del estado de Oaxaca, nació un hombre que al final de su vida dejó uno de los legados más importantes para México.
Benito Juárez García, quien murió hace 150 años, el 18 de julio de 1872, es considerado como el presidente que instauró el marco de leyes e instituciones que son la base del país actual.
Y es que antes de su mandato, México había transitado por numerosas pugnas por el poder, tenía instituciones endebles y hubo guerras con Texas y Estados Unidos que desmembraron al país.
“La mayor aportación de Juárez y su grupo fue la modernización de México. La creación del Estado mexicano, pues hasta ese momento no había existido el país como nación”, dice a el historiador Raúl González, un investigador de la vida del expresidente mexicano.
Muchas de ellas proceden de la separación de la Iglesia-Estado que instauró en un país profundamente católico. Pero otras persiguen la imagen de Juárez por aspectos personales, como una supuesta búsqueda del poder a toda costa o hasta el hecho de haber sido masón.
Frente a las acusaciones populares, González ayuda a responder qué hay alrededor de los mitos y verdades del hombre reconocido en la región latinoamericana como el Benemérito de las Américas.
Los orígenes de Juárez
Juárez fue el primer presidente indígena de México.
Nació el 21 de marzo de 1806 todavía en el Virreinato de la Nueva España en el pueblo de Guelatao, en el seno de una familia zapoteca.
A los 3 años quedó huérfano, por lo que pasó al cuidado de abuelos y tíos.
“Desde muy joven se dio cuenta de la necesidad de tener una educación. Su tío algo le enseñó de lectura y castellano, porque él hablaba zapoteco, pero él sabía que había que estudiar porque era la única manera de progresar, de ser algo en la vida”, explica González, citando los documentos biográficos del expresidente.
Se mudó a la ciudad de Oaxaca, donde fue el protegido de un genovés, Antonio Maza cuya hija a la postre sería la esposa de Juárez, Margarita Maza y luego de un encuadernador, Antonio Salanueva, quien le dio estudios y trabajo desde pequeño.
“Y él se destaca como estudiante, era bastante dedicado y brillante”, explica González. Tanto es así que el joven Juárez se vuelve abogado y profesor de derecho.
A partir de ahí, su carrera en la política y la jurisprudencia sigue un claro ascenso: fue diputado y gobernador de Oaxaca, ministro de Justicia nacional, presidente de la Suprema Corte y presidente de México.
En toda esa trayectoria es en la que Juárez se forja entre el liberalismo de la época y lleva al país a una gran proceso de transformación.
¿Sufrió racismo?
En un país con una histórica deuda con su población indígena, reducida y relegada durante siglos, el que hubiera un presidente de México zapoteco ha sido un hecho extraordinario para el país.
Sin embargo, González advierte que no hay evidencias históricas que indiquen que Juárez fue discriminado o beneficiado por su condición indígena.
“A pesar de que sea un tema que en la actualidad nos suene mucho, él nunca menciona haber sufrido discriminación. Lo cierto es que cuando entra a la escuela, ahí nota, eso sí, la distinción entre niños pobres y ricos, pero no por ser indígena. Él dice: ‘Nosotros los pobres no teníamos toda la atención que sí los que tenían recursos'”, explica González.
El tener una estatura de 1,40 m tampoco fue un complejo en su vida de adulto.
¿Fue autoritario?
Una de las críticas que han perdurado a lo largo de los años sobre Juárez fue el cómo ejercía el poder. Fue señalado por actuar en contra de una revuelta indígena cuando era gobernador de Oaxaca.
En 1847, pobladores de Juchitán protestaron por el control de un yacimiento de sal, pero Juárez optó por respaldar la resolución de un juez que los desfavorecía. El gobernador fue acusado de incendiar casas de los indígenas para reprimir la protesta.
González dice que “Juárez ordena que se cumpla la sentencia”, pues para él, como jurista, la “ley no debe hacer diferencias” por la raza de alguien. “No se les está atacando por ser indígenas, sino que están violando una orden judicial”, dijo el entonces gobernador.
Por el contrario, otros investigadores, como el historiador Jesús Velasco, han sostenido que Juárez era “bastante autoritario”, según escribe en un artículo con motivo del bicentenario de la Independencia.
La separación Iglesia-Estado
La vida de Juárez transitó por décadas en las que se acentuó el nacionalismo, producto de la independencia de 1821, y se asentó el rol de la Iglesia católica como un poder paralelo.
Para la década de 1850, la Iglesia tenía “un poder incluso superior al del Estado”, explica González, por el manejo de actividades fundamentales del país: desde la impartición de justicia, la educación, el registro de la población y hasta la minería y el usufructo de tierras.
“Una de las grandes aportaciones de Benito Juárez fueron entonces las Leyes de Reforma cuando llega a la presidencia en 1857”, señala el historiador.
Las leyes liberales hicieron la separación Iglesia-Estado, la libertad de culto, la nacionalización de bienes no relacionados con el clero, la creación de tribunales civiles y el registro civil.
Pero esto generó una gran oposición del ala conservadora del país y el descontento social de una parte de la población que sentía que la religión estaba bajo “ataque”.
El tratado McLane-Ocampo
México se sumió en un nuevo conflicto interno en la Guerra de Reforma entre liberales y conservadores, por lo que Juárez se vio orillado a sostener un gobierno sin apoyo militar.
Fue durante esta etapa que se dio el tratado McLane-Ocampo, firmado en México por el canciller mexicano Melchor Ocampo y el enviado estadounidense Robert McLane y que otorgaba el derecho de tránsito a EE.UU. en el istmo de Tehuantepec (un estrecho estratégico entre el Pacífico y el golfo de México, cuando el Canal de Panamá aún no existía).
A cambio Juárez buscaba el apoyo militar estadounidense para hacer frente al intento de los conservadores de reinstaurar una monarquía en México, con un europeo a la cabeza.
La firma del tratado es vista por los críticos de Juárez como una muestra de que estaría dispuesto a ceder el control de territorio mexicano ante el odiado vecino EE.UU. (que había despojado al país de la mitad de su territorio 11 años atrás) con tal de sostenerse en el poder.
Pero el tratado nunca fue ratificado por el Congreso de Estados Unidos, por lo que en términos reales fue un pacto que nunca entró en vigor.
Pero eso y las Leyes de Reforma no tuvieron apoyo popular, explica González.
“En términos generales, la gente se opone, porque en su vida cotidiana parece que no le afecta. Pero no se dan cuenta qué está en juego, que es la viabilidad del país e incluso la existencia como nación independiente. Eso lo explica Juárez en un manifiesto”, señala el historiador.
Benemérito de las Américas
El gobierno de Juárez enfrentó la invasión de Francia de 1862, año en que se da la famosa Batalla de Puebla del 5 de mayo en la que el ejército mexicano vence a una de las más poderosas tropas europeas.
Aunque a la postre se impondría el Segundo Imperio Mexicano, con un archiduque austríaco a la cabeza apoyado por los conservadores mexicanos y por El Vaticano, Juárez sostuvo un gobierno itinerante.
Su lucha para restaurar la república en 1867 ha sido remarcada en México y otros países de América Latina como una gesta audaz para un jefe de Estado civil, que no había sido formado en la milicia.
“No era militar y en su grupo no había militares, pero hizo una estrategia para hacer oposición y contrapeso a la intervención”, señala González.
En países como Colombia, Perú, Argentina y República Dominicana es homenajeado por sus acciones contra el intervencionismo extranjero. Desde entonces es celebrado como el Benemérito de las Américas.
La masonería de Juárez
Desde sus tiempos en Oaxaca, Juárez se afilió a los masones y a lo largo de su vida alcanzó el máximo grado dentro de la logia mexicana.
Esto llevó al expresidente a ser criticado por los señalamientos que comúnmente reciben los masones en todo el mundo, como el que son parte de un clan internacional detrás del poder.
González señala que Juárez era católico, aunque “no muy prácticamente” y que el pertenecer a la masonería era parte de un momento de su época.
“Era masón desde 1847, en ese momento no tenía ninguna asociación a nivel internacional que lo influenciara. Lo que sucede es que en ese momento no existía otra forma de agrupación política. Existía el pensamiento conservador, el pensamiento liberal, no existían partidos como los entendemos ahora, como agrupación con objetivos”, dice el historiador.
“Estas logias eran una forma de agruparse y discutir políticamente, y eso perduró ya bien entrado el siglo XIX. Había eso y clubes para impulsar la candidatura de uno u otro político”.
Para el investigador, el masonismo de Juárez estuvo por un lado de su actuación política. “No se ve su influencia en la práctica”.
El padre del México actual
Tras la restauración de la república de 1866, Juárez y los liberales nuevamente gobiernan desde Ciudad de México.
En su discurso de victoria pronuncia su famosa frase “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
A partir de entonces enfrenta pugnas políticas entre los liberales que buscan acceder a la presidencia. Juárez gana las elecciones de 1968 y se mantiene hasta 1872, el año en que muere el 18 de julio.
Diversos historiadores coinciden en que el momento fue esencial para el país, pues las Leyes de Reforma y el marco institucional que restauró Juárez es la base del país actual.
González dice que es “la mayor aportación de Juárez y su grupo” a la modernización de México, un país que hasta entonces estaba dominado por relaciones de grupos de poder con intereses muy divergentes.
“Muchas de las cosas que hizo Juárez solo son aplicables a su contexto histórico. Pero la creación del Estado nacional, soberano e independiente, esa es una aportación atemporal que no puede ser mutada en el tiempo”, sostiene.
“Cometió errores, no fue perfecto. Pero yo creo que en el balance fueron menos los que se cometieron. Es un balance muy positivo”, concluye.
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