La 4ª Revolución Industrial global, frente al paradigma de la transición de la Sociedad de la Información (SIC) a la Sociedad del Conocimiento en la Era Digital, a través de las Tecnologías de la Información y Comunicación (Tics), ha tenido una influencia de gran magnitud, alcance y profundidad en todas las fibras y niveles de la sociedad, causando efectos por un lado de re-configuración políticos, sociales, económicos, culturales, entre otros, y por el otro, configurando nuevas narrativas, nuevos medios, nuevas posibilidades de relación e interacción, con ello nuevos usos y apropiaciones, así como nuevas audiencias.
En las esferas: pública, privada, público-privada, en las ONG´s y en la Sociedad Civil. Escenario donde los mercados globales consideran la producción, oferta de conocimientos, su distribución, demanda, recepción, consumo, así como sus posibles aplicaciones y réplicas a escala, como “recursos-bienes”, también socio-intelectuales, frente al hecho de que el desarrollo de los países y la competencia en todas sus vertientes entre las entidades productivas, se gesta en la actualidad en términos de conocimiento, ya no necesariamente por bienes de capital, materias primas o productos terminados como así lo señalan diversos especialistas como el Dr. Jorge Hidalgo Toledo, ex presidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (2019-2021).
Quién propone, ante la necesidad de analizar a priori las problemáticas diversas en torno al tema en aras de lograr que los “Sistemas-Ecosistemas Informativos” logren en la medida de lo posible operar y administrarse desde un enfoque “Sostenible”, la Comunicación Digital Responsable, esto desde una perspectiva multidisciplinar a favor de la Alfabetización e Inclusión Digitales. Mecanismos multitarea que atesoran una estrecha relación que se vincula al bien colectivo digital, con el fin de coadyuvar al logro de la “transición responsable” de la SIC a una Sociedad del Saber, que emana a modo de demanda multi-causal de la “Sociedad Red”, en la cual estamos inmersos.
De forma más apremiante, ante la nueva “realidad” que emergió del Nuevo Orden Mundial (Foro Davos-17), potencializándose tras la Pandemia -Covid 19-, acontecimientos que han ido transformando las relaciones y los roles que definieron el orden global de los últimos 75 años.
En este contexto, la Tercera Revolución Industrial o la Fase de la SIC que abarca el siglo XX. Proceso multipolar, lidereado por los E.U.A. y paralelamente por Japón y los países europeos, priorizó la investigación científica y tecnológica en los procesos de innovación. Trajo consigo la robótica avanzada, la Inteligencia Artificial (IA), entre otros, y acompañó procesos históricos como el desarrollo del Comercio Digital Global, de la Ciudad Informacional-Inteligente, mientras surgía y se fortalecía el Estado Democrático, el cual fue situando la dignidad de la persona como prioridad.
Lo que trajo consigo consecuencias positivas en los ámbitos: socio-cultural y económico-industrial. En contraste surgió una gran preocupación sobre la “tecnologización” de los estilos de vida (trabajo, educación, ocio y consumo), más aún frente a problemáticas transversales como las Brechas: Informacional y Digital, por ejemplo. Lo que antecedió y acompaña al aún desarrollo de la Revolución: 4.0 y/o el periodo de Sistemas Físicos Cibernéticos, etapa que comenzó a detonarse en 2014 y que abarca el siglo XXI, hasta nuestros días.
Donde se materializan las fábricas inteligentes, se profundiza sobre la IA, surge el Internet de las cosas (IoT), entre otras cosas. La velocidad, la transformación del espacio, las plataformas y ecosistemas digitales, se traducen entonces, en la conjugación de un nuevo espacio de comunicación, de aprendizaje, que podría ser provechoso desde la perspectiva de los gobiernos y los gestores-operadores de las políticas públicas, también para las empresas y todos los demás actores que integran la sociedad. Bajo la protección de un Estado Democrático y Social de Derecho que también surge a fin de garantizar y proteger los Derechos Humanos de los ciudadanos que también son “prosumidores” digitales y que busca posicionarse en los distintos frentes, ante los múltiples intereses nacionales e internacionales en diferentes ramas.
En este sentido, surge la preocupación sobre algunos de los efectos y consecuencias negativas de la Digitalización de las Sociedades y se proyecta en la gestación, implementación de nuevos Derechos, como lo es la Ciudadanía Digital, así como otros, relacionados con la Comunicación y las Audiencias. A su vez, reflejándose, a través de iniciativas y prácticas con alcance mundial como: el “Corporate Responsibility in the Digital Era-MIT Sloan Management Review (2020)”, la Iniciativa “Frontier 2030” (2022), la “Agenda 2030” (2015).
En este sentido y ante el Panorama General del caso: México, que transmite resultados insuficientes en Alfabetización e Inclusión digitales (CEPAL, 2020), lo que ligado a lo establecido en el reto Nacional (2018-2024), sobre la promesa de garantizar la “cobertura de Internet para todo el país”. En contraste a lo señalado en la Estrategia Nacional 2021-2024, sobre su eje: Política Social Digital, en el que se destaca, se aspira a una colaboración multi-sectorial, necesaria para el logro de una interconexión y conectividad gratuita para todos (as), frente a la última cifra que el INEGI ha dado, sobre que el 72 % de la población en México tiene acceso a Internet, es decir, que aproximadamente 33 millones de personas en el país, aún no están conectadas, lo que sugiere la existencia de un reto de retos en distintas y muchas vertientes, entre ellas: la universalización de las Tics, para su acceso, uso y apropiación a favor del colectivo.
Lo que nos llevaría a preguntarnos:
Frente a revelaciones tales como las realizadas este año por la CEPAL y la eLAC, sobre que tras la Pandemia aún actual: Los Sitos Web Empresariales crecieron un 800% en Colombia y México, un 360% en Brasil y Chile; mientras que se mostró un crecimiento acelerado en el Comercio Digital en América Latina y el Caribe, la cual representa tan sólo el 2% de este tipo de comercio a nivel global. Por otro lado, señalan que, aunque la E-participación es alta o muy alta en América Latina, se considera que existe un importante potencial de mejora en políticas públicas y en materia de regulación en la región y que es necesario modernizar y armonizar los marcos regulatorios alineándolos con las buenas prácticas internacionales. Incluyendo a México. Entonces, ¿Qué sigue?