De acuerdo a los últimos estudios, en el año 2021 se produjo información Interagencial sobre la migración a Latacunga – Ecuador, por parte de personas provenientes de Venezuela que llegaron hasta la ciudad, allí se señala que cerca del 45% salieron por falta de empleo, seguido de cáusales como falta de acceso a salud y violencia, que les obligaron a buscar otros sitios geográficos en los que asentarse.
Latacunga ubicada en el centro del Ecuador, se caracteriza por su clima frío, sus verdes montañas que anuncian su principal actividad que es la agricultura y la multidiversidad de habitantes que llegan a visitarla para conocer uno de los atractivos más importantes del país: el volcán Cotopaxi. Sin embargo, no es lo mismo llegar como turista que como migrante.
El estudio refleja que los años 2019 y 2021 fueron los de mayor flujo migratorio, la mayoría de los encuestados señalaron que su principal necesidad al llegar fue alimentación (33%) y albergue (16%) y que pese a las condiciones adversas hay un deseo de permanencia.
Jorge (nombre ficticio) vive la difícil realidad de estar en una ciudad fría y en la que siente las miradas evasivas mientras trata de limpiar parabrisas en una de las esquinas de la ciudad, actividad a la que la mayoría de coterráneos suyos se dedica como una de las estrategias para mantenerse. “La gente es cruel y evasiva” dice, su experiencia es la de muchos que aparte de su difícil situación se deben enfrentar a una cultura totalmente diferente con personalidades distintas, “más frías” que su natal pueblo.
El grupo de trabajo para refugiados y migrantes del Ecuador en su publicación señala que la situación de quienes vienen de Venezuela no tienen regularizada su permanencia, y cerca del 64% asume que su VISA venció o no la tienen, situación que los hace vulnerables a la hora de conseguir medios de subsistencia.
Nallely no tiene papeles, por eso le pagan menos de la mitad que a sus compañeros, pese a que hace incluso más trabajo que los mismos ecuatorianos. Como ella, la mayoría de sus conocidos solo encuentran trabajos informales en los que muchas veces ni siquiera les pagan a tiempo o peor aún deben recibir poco dinero de acuerdo al humor de quienes les han contratado.
Tras varios años del fenómeno migratorio, la ciudad ha ido readaptándose, antes de la llegada de los venezolanos había ya una fuerte migración interna desde el campo hacia la ciudad, que vino a desarrollar un cinturón de miseria en la periferia con condiciones de vida infrahumanas, pues ya que en espacios pequeños se colocan familias de hasta siete y ocho personas indígenas en un solo dormitorio y que ahora comparten con quienes llegan de Venezuela.
Más allá de las cifras, se requieren una serie de políticas públicas y cambios de actitud hacia la empatía y humanización que debe darse por parte de nativos y migrantes, además de encontrar el punto medio de convergencia y buscar espacios de integración común.
Como alguien decía, todos alguna vez en la vida somos migrantes, quizá valga la pena pensar en dar el trato que me gustaría me den a mí, entender la diversidad en su real concepto, así como la inclusión y respeto mutuo.
Pese a las condiciones adversas, muchas personas de Venezuela, el 90 % tiene la intención clara de establecerse en la ciudad, es importante entonces trabajar en condiciones necesarias para una sana convivencia y desarrollo de todos y todas. Al mismo tiempo pedirles a las autoridades crear instancias inmediatas para una inserción en la sociedad, de tal manera que puedan acceder a una participación social, política y económica.