En esta jornada electoral, que ha trascurrido sin graves incidentes y con largas filas en los centros de votación, 156 millones de brasileños estaban llamados a las urnas.
Si bien hay 11 candidatos presidenciales registrados, el duelo electoral tiene como protagonistas al presidente brasileño de ultraderecha, Jair Bolsonaro, de 67 años, y al expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, de 76.
Con un 91,61% de los votos escrutados Lula obtiene el 47,25% de los votos frente al 44,20% de Bolsonaro. En tercera posición se ubica Simone Tebet, con el 4,28% de los sufragios.
Las últimas encuestas colocaban a Lula como líder en las intenciones de voto, con una ventaja de entre 6 y 14 puntos sobre Bolsonaro. Algunas dejaban abierta la posibilidad de que gane la presidencia en esta primera vuelta, sin tener que ir a un balotaje el 30 de octubre.
Las filas eran tan largas que en algunos lugares, que los colegios electorales se mantuvieron abiertos más allá de la hora prevista para el cierre de las urnas para que todos tuvieran la oportunidad de votar.
Un candidato necesita más del 50% de los votos válidos para ganar en primera vuelta. Si ningún candidato alcanza ese umbral, habrá una segunda vuelta entre los dos candidatos principales en cuatro semanas, el domingo 30 de octubre.
Quien obtenga más votos en esa segunda vuelta será declarado presidente electo. El nuevo presidente prestará juramento el 1 de enero de 2023.
Sólo una vez en la historia reciente de las elecciones presidenciales un candidato ganó en primera vuelta -Fernando Henrique Cardoso- en 1994 y 1998.
Dudas sobre el proceso
Al votar este domingo en Vila Militar, en Río de Janeiro, Bolsonaro volvió a poner en duda la seguridad de las urnas electrónicas y se negó a responder si reconocerá los resultados del Tribunal Superior Electoral en caso de ser derrotado.
“Tanta gente en la calle apoyándonos, lamentablemente no lo vieron en la prensa. Es parte de las reglas del juego. Lo que cuenta es Datapueblo (an alusión a la encuesta de Datafolha, que lo situaba 14 puntos por detrás de Lula). ¿Elecciones limpias? No hay problema. Que gane el mejor”, aseguró el mandatario.
Lula da Silva, por su parte, votó en São Bernardo do Campo (estado de São Paulo), la zona donde fue líder del sindicato de metalúrgicos antes de lanzarse a la política. El expresidente hizo un llamado a terminar con las divisiones.
“Este país necesita recuperar el derecho a ser feliz”. “No queremos más discordia, queremos un país que viva en paz”, dijo.
Las dudas sobre cómo actuará Bolsonaro ante una posible derrota, llevaron a los expertos en política brasileña a advertir que esta elección es “atípica”.
Como hizo este domingo, en las semans previas a las elecciones, el presidente Bolsonaro puso en duda el sistema de votación, alegando, sin proporcionar pruebas, que es susceptible al fraude.
La autoridad electoral ha desestimado las acusaciones como “falsas y deshonestas”, pero muchos simpatizantes de Bolsonaro piensan que si su candidato pierde, será porque las elecciones fueron amañadas.
“El bien contra el mal”
Durante la campaña, Bolsonaro planteó los comicios como “una lucha del bien contra el mal”, se presentó como garante de los valores conservadores y cristianos, y se refirió a Lula como un “ladrón” que puede llevar a Brasil hacia un socialismo como el de Venezuela.
Lula por su parte, ha buscado ampliar su base electoral con acuerdos como el que alcanzó con su candidato a vicepresidente, Geraldo Alckmin, un exrival suyo de centroderecha al que derrotó en las elecciones de 2006.
El líder izquierdista tampoco rehuyó de la confrontación directa con Bolsonaro, a quien calificó de “genocida” por su respuesta a la pandemia de covid-19, y sostuvo que en las elecciones se juega “la democracia contra el fascismo”.
Las mayores preocupaciones de los brasileños pasan por temas económicos como el desempleo o la inflación, así como por la salud, según distintos sondeos.
Esta elección será la primera en Brasil luego de la pandemia que golpeó con dureza al país y dejó más de 685.000 muertes mientras Bolsonaro comparaba el covid con una “gripecita” y se mostraba escéptico sobre las vacunas para combatirlo.
La economía brasileña entró en recesión en 2021 y, si bien volvió a crecer desde hace casi un año y la tasa de desempleo cayó a 9,1% en julio, la mejora está lejos de ser percibida por la población en general.
El 15% de brasileños (unos 33 millones de personas) pasa hambre y más de la mitad de la población (125 millones de personas) padece en algún grado de inseguridad alimentaria, de acuerdo a un estudio de la red Penssan.
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