Un corazón que reposa preservado en un frasco lleno de formol viajó este lunes a bordo de un avión militar desde Portugal a Brasil.
Se trata del corazón del emperador Pedro I de Brasil, el monarca de personalidad “explosiva” que marcó la construcción histórica, política y territorial del país.
El órgano, protegido en una urna dorada, fue recibido este lunes con honores militares en la base aérea de Brasilia y, a partir del jueves, será exhibido públicamente en el Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño.
El 8 de septiembre, un día después de la celebración de la independencia de Brasil, volará de regreso a la ciudad portuguesa de Oporto, cuyo alcalde, Rui Moreira, acompañó a la delegación que transportó el corazón del monarca.
“Recibimos el corazón como a un jefe de Estado, será tratado como si Dom Pedro todavía viviera entre nosotros”, dijo el jefe de protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, Alan Coelho de Séllos.
Pedro I fue el rey que desafió los ideales del poder absoluto de la monarquía portuguesa, mientras gobernaba de manera despótica y violenta en la colonia.
Y es que en el siglo XIX, Brasil todavía era colonia de Portugal, aunque las cosas cambiarían radicalmente con él.
Dom Pedro nació en 1798 en el seno de la familia real de Portugal, de la casa de Braganza, que en ese momento también gobernaba Brasil.
La familia huyó a la entonces colonia portuguesa para escapar del ejército invasor francés de Napoleón Bonaparte, que cada vez estaba más cerca de Lisboa.
Apedreados mientras partían
La huida organizada por el entonces monarca portugués João VI, padre de Pedro I, fue caótica.
Cuentan los historiadores que la corte y las infraestructuras reales fueron desmanteladas precipitadamente en naves y parte del séquito fue apedreado por la población en su camino hacia el puerto.
El importante episodio de la historia brasileña conocido como la llegada de la familia real en 1808 también representó una situación inédita en la trayectoria de Europa: por primera vez, un rey del continente pisaba el “Nuevo Mundo”.
El príncipe Pedro tenía 9 años cuando llegó a Brasil.
Pasión por la música
Se destacó en la adolescencia por cultivar actividades físicas, disfrutar del trabajo manual y por su pasión por la música.
Aprendió varios instrumentos como flauta, violín y fagot.
Y, a pesar de ser retratado a menudo como un emperador poco sofisticado, Pedro I se convertiría en un erudito compositor.
De hecho, fue él quien compuso la melodía del Himno de la Independencia de Brasil, con letra del poeta y político brasileño Evaristo da Veiga.
Su juventud pasada en el Río de Janeiro imperial forjó su imagen de impulsivo y dado a las emociones fuertes.
El entonces príncipe sufrió varios accidentes mientras manejaba carruajes a gran velocidad que le causaron heridas y costillas rotas.
Por otro lado, se convirtió en un excelente jinete.
Además padecía ataques epilépticos que le durarían toda su vida.
Un traslado polémico
La llegada del corazón de Pedro I a Brasil ha generado polémica por la fecha elegida y el contexto electoral.
Los críticos del presidente del país, Jair Bolsonaro, afirman que está haciendo un uso político de la exhibición del órgano en un momento en que hay organizadas manifestaciones en todo Brasil para el 7 de septiembre en apoyo al gobierno.
Se espera que los actos del Día de la Independencia estén cargados de ataques a los jueces de la Corte Suprema y al sistema electoral.
Algunos investigadores también cuestionaron el propósito de la llegada del corazón en este momento y critican el hecho de que el órgano fuera transportado para pasar unos días en Brasil, sin la organización de un programa educativo que contextualice su exhibición.
Bolsonaro es candidato a la reelección y las encuestas lo sitúan por detrás del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
El presidente brasileño ha puesto en duda el proceso electoral brasileño y se teme que no reconozca el resultado de las elecciones, cuya primera vuelta es el 2 de octubre, si pierde.
Los registros históricos hablan de que Pedro I tuvo una “experiencia indisciplinada” y alejada de las cuestiones políticas y administrativas hasta los 19 años.
Sin embargo, todo apunta a que las nuevas ideas que provocaron cambios dramáticos en Europa y Estados Unidos ya estaban fermentando en la mente del joven monarca.
Es la faceta de Pedro “el liberal”, es decir, en contra del antiguo orden absolutista.
Los acontecimientos se precipitaron en Brasil cuando su padre, João VI, regresó a Portugal en 1821 y dejó al joven de 22 años gobernando Brasil como regente.
Solo un año después de la partida, el joven regente desafió al parlamento portugués, que quería mantener a Brasil como colonia, y rechazó las demandas de que regresara a su país de origen.
El 7 de septiembre de 1822 emitió la declaración de independencia de Brasil y poco después fue coronado emperador.
Años más tarde, volvió a Portugal para luchar por el derecho de su hija a acceder al trono portugués y murió a los 35 años de tuberculosis.
En su lecho de muerte, el monarca pidió que le sacaran el corazón del cuerpo y lo llevaran a la ciudad de Oporto.
Allí permanece guardado en uno de los altares de la iglesia de Nuestra Señora de Lapa.
El corazón volverá a Portugal justo un día después de la fecha que marca la independencia de Brasil.
“Muchos historiadores y otros especialistas en Brasil han sido muy críticos con el extraño espectáculo de traer el corazón de vuelta a Brasil para las celebraciones de la independencia”, explica la periodista de BBC Brasil, Camilla Mota.
“Pero Bolsonaro y el populismo de derecha que lo eligió en 2018 tienen esta característica de valorar los símbolos nacionales, de fomentar el patriotismo y el nacionalismo, y así es como el período de la monarquía encaja en la ecuación, a pesar de que Brasil ha sido una república desde 1889”, añade.
Esta no es la primera vez que parte de los restos mortales de Pedro I viajan.
Su cuerpo fue trasladado a Brasil en 1972 para conmemorar el 150º aniversario de la independencia y se conserva en una cripta en São Paulo.
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