Por: Milagros Faggiani
En el intrincado escenario político argentino, la incertidumbre es la protagonista indiscutible. Nadie posee la llave maestra para predecir el resultado que aguarda el 19 de noviembre, y aquellos que afirman tenerla, quizás solo estén ofreciendo ilusiones de certeza. Recordemos que pocos anticiparon que Javier Milei se erigiría como el primer candidato en las primarias, y aún menos predijeron la victoria de Sergio Massa en las elecciones generales. Por lo tanto, la prudencia es el aliado más sabio antes de aventurarse a hacer apuestas sobre los resultados del balotaje.
En primer lugar, el escenario. Argentina es un país donde la política había sido históricamente bicoalicionista. Es decir, si bien existen una amplia multiplicidad de partidos, las dos principales alianzas electorales habían logrado polarizar entre sí para capturar entre ambas el 70 y 80% de los votos aproximadamente. Las PASO (el sistema de votación simultáneo y obligatorio que rige en Argentina para dirimir internas) rompían con ese esquema, donde ya no había una polarización tan clara porque el electorado se dividía por muy poco entre Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich.
Eso nos lleva al segundo punto: los personajes. Cada uno podrá decir quiénes son héroes y quiénes villanos, pero en definitiva, esta película tiene (o tenía) tres protagonistas. El oficialista, Sergio Massa, representando al peronismo. Actual ministro de economía en un país con más de 100% de inflación, el sentido común indicaría que no es el candidato indicado pero los comicios poco tienen que ver con la razón. La del medio, Patricia Bullrich, candidata de Juntos por el Cambio, el espacio liderado por Mauricio Macri a quien acompañó en su gestión como ministra de seguridad. Finalmente, el outsider Javier Milei. Un economista posicionado en medios de comunicación que lidera la lucha contra lo que él denomina “la casta política”.
El tercer eje a tener en cuenta es la trama. Todas las narrativas de campaña coinciden en un punto: hoy los argentinos no estamos bien. Ya sea porque la casta se roba los impuestos de los ciudadanos y mantiene sus privilegios a base de robarle a la gente. O porque el FMI impuso condiciones completamente perjudiciales para la gente y ahora hay que lidiar con el ajuste que existe el organismo prestador. En cualquiera de los casos, y con responsables distintos, existe un consenso en que lo que se está haciendo no funciona. Tal es así, que en el último tiempo Sergio Massa, ministro de economía del país se diferenció de la actual gestión. En un discurso por momentos obsceno en el cual pronunciaba “conmigo viene otro gobierno” y en el que desde la oposición le reclamaban cómo podía prometer futuro cuando no era capaz de gestionar el presente.
Lo que viene de aquí en adelante es el desafío de cada uno de los candidatos ganadores por construir un mensaje de campaña que les permita ampliar su electorado. En Argentina, un candidato para ser electo presidente debe obtener más del 45% de los votos o más del 40% con una diferencia mayor a 10 puntos del segundo más votado. Como ninguno de los candidatos obtuvo ese resultado, lo que sigue es una nueva campaña en la que tanto Massa como Milei deberán hablarle al 50% del electorado que votó a las fuerzas que quedaron afuera. Los discursos del domingo pueden servirnos como un trailer de lo que está por venir.
Por un lado, el candidato outsider, Javier Milei, ha moderado su discurso. Es comprensible, pues ahora busca el apoyo de quienes votaron por la casta. La dicotomía se forja entre aquellos que anhelan un cambio y quienes consideran que hundieron al país, entre partidarios de lo populista y defensores de la república. Milei dialoga abiertamente con los votantes de Patricia Bullrich y, de hecho, ha felicitado a Rogelio Frigerio y Jorge Macri, dos figuras con extensa experiencia política, lo que podría vincularlos fácilmente con la “casta”.
Por otro lado, el candidato oficialista, Sergio Massa, ha empezado a acentuar una dicotomía entre quienes valoran la democracia y aquellos que parecen abogar por la destrucción del otro. Su mensaje apela directamente a los votantes más progresistas, quienes rechazan las imágenes de Milei con una motosierra, las imágenes de explosiones en el cierre de campaña y a su candidata a vicepresidenta, que parece defender al último gobierno cívico-militar del país. Su discurso es explícito y se dirige a quienes votaron a Juan Schiaretti y Miriam Bregman, a quienes no votaron o lo hicieron en blanco, así como a los radicales, el sector más progresista de Juntos por el Cambio.
¿Cuál de estas narrativas prevalecerá? En la actualidad, es difícil saberlo, y tal vez solo obtengamos la respuesta el 19 de noviembre. Por ahora, veremos cómo los candidatos intentan reconstruirse. Javier Milei busca mantener su imagen de outsider mientras dialoga con la casta. Y Sergio Massa debe lidiar con una economía en declive de la que aún es responsable, al tiempo que promete un futuro mejor.
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